15 Nov ANTONIO PÉREZ ROY
Que una obra bella sea el fin de nuestra existencia– P.R.-
La naturaleza, el silencio, la inmensidad de lo desconocido, la humildad y sencillez de tantos seres maravillosos que le han rodeado son sus maestros. Disfruta tanto o más escuchando la música de otros como haciéndola él mismo.
Muchas personas le han abierto caminos. Manuel Pérez Blasco -a quien admira profundamente- le descubre el orden, o el desorden, de la composición; Luis Galve el sonido al piano que tanto perseguía. De sus años de formación en los conservatorios, más aprendió lo que no hay que hacer que lo contrario. No obstante aprecia las enseñanzas de Mario Monreal y Manuel Carra. Algunos premios se encontraron por el camino, sin demasiado aprecio por conseguirlos.
Realizó cursos de postgrado en diferentes países y aprendió que el mundo es inabarcable y hay gente extraordinaria en todos los lugares. Los consejos de Hans Graf, Herbert Henk, Roy Howat, García Abril, delle Vigne, Achúcarro, Bithel, Maisky, Badura Skoda o Campanella fueron muy interesantes, cada uno por unos motivos.
Le encanta ser profesor pero, lejos de pretender enseñar algo, confía el aprendizaje en la personalidad y el desarrollo de sus alumnos y comparte sus dudas y estímulos. Tiene la fortuna de serlo en el Conservatorio Superior de Música de Aragón, algo que considera un privilegio.
Ha disfrutado mucho por Europa y más allá, como solista o con música de cámara, y en España conoce prácticamente las salas más importantes. Ha interpretado con orquesta algunos de los conciertos más destacados para piano. Se siente feliz con Bach, Mozart, Schubert, Beethoven, Chopin, Schumann, Brahms o Debussy. En un tiempo le interesó la música contemporánea, interpretó Takemitsu, Schnittke, Rautavaara o la integral de Schönberg. Ahora prefiere la música sin etiquetas, simplemente música precisa en cada instante.
Lo único que persigue al piano es hacer camino y equilibrar el sonido que siente pero no encuentra. A veces, en cambio, cree que lo consigue.